miércoles, 22 de agosto de 2007

Pinche Tirano


Un pinche tirano es alguien, o algo, que aparece en tu vida, y te la empieza a hacer imposible. Como un grano en el culo, vamos. Te saca lo peor de ti y revive tus peores proyecciones, saca la basura del fondo del saco y se pone como sayo tu sombra, tus miedos y tu orgullo. Carlos Castaneda me ha prestado este término, el cual considero tremendamente útil, y que pocas veces se trata en profundidad dentro del crecimiento personal/transpersonal.

Encontré este texto suyo, que me gustaría compartir:

“- Un pinche tirano es un torturador –dijo-. Alguien que tiene el poder de acabar con los guerreros, o alguien que simplemente le hace la vida imposible.

Don Juan sonrió con un aire de malicia y dijo que los nuevos videntes desarrollaron su propia clasificación de los pinches tiranos. Aunque el concepto es uno de sus hallazgos más serios e importantes, los nuevos videntes lo tomaba muy a la ligera. Me aseguró que había un tinte de humor malicioso en cada una de las clasificaciones, porque el humor era la única manera de contrarrestar la compulsión humana de hacer engorrosos inventarios y clasificaciones.

- De conformidad con sus prácticas humorísticas los nuevos videntes juzgaron correcto encabezar su clasificación con la fuente primaria de energía, el único y supremo monarca en el universo, y le llamaron simplemente el tirano. Naturalmente, encontraron que los demás déspotas y autoritarios quedaban infinitamente por debajo de la categoría de tirano. Comparados con la fuente de todo, los hombres más temibles son bufones, y por lo tanto, los nuevos videntes los clasificaron como pinches tiranos.

La segunda categoría consiste en algo menor que un pinche tirano. Algo que llamaron los pinches tiranitos; personas que hostigan e infligen injurias, pero sin causar de hecho la muerte de nadie. A la tercera categoría le llamaron los repinches tiranitos o los pinches tiranitos chiquititos, y en ella pusieron a las personas que sólo son exasperantes y molestos a más no poder.

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Mi benefactor siempre decía que el guerrero que se topa con un pinche tirano es un guerrero afortunado. Su filosofía era que si no tienes la suerte de encontrar a uno en tu camino, tienes que salir a buscarlo.

Explicó que uno de los más grandes logros de los videntes de la época colonial fue un esquema que él llamaba la progresión de tres vueltas. Los videntes, al entender la naturaleza del hombre, llegaron a la conclusión indisputable de que si uno se las puede ver con los pinches tiranos, uno ciertamente puede enfrentarse a lo desconocido sin peligro, y luego incluso, uno puede sobrevivir a la presencia de lo que no se puede conocer.

- La reacción del hombre común y corriente es pensar que debería invertirse ese orden –prosiguió-. Es natural creer que un vidente que se puede enfrentar a lo desconocido puede, por cierto, hacer cara a cualquier pinche tirano. Pero no es así. Lo que destruyó a los soberbios videntes de la antigüedad fue esa suposición. Es sólo ahora que lo sabemos. Sabemos que nada puede templar tan bien el espíritu de un guerrero como el tratar con personas imposibles en posiciones de poder. Sólo bajo esas circunstancias pueden los guerreros adquirir la sobriedad y la serenidad necesarias para ponerse frente a frente a lo que no se puede conocer.

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Aseguró don Juan que, en esa época, los videntes que sobrevivieron tuvieron que forzarse hasta el límite para encontrar nuevos caminos.

- Los nuevos videntes –dijo don Juan mirándome con fijeza- usaban a los pinches tiranos no sólo para deshacerse de su importancia personal sino también para lograr la muy sofisticada maniobra de desplazarse fuera de este mundo. Ya entenderás esa maniobra conforme vayamos discutiendo la maestría de estar consciente de ser.

Le expliqué a don Juan que lo que yo le había preguntado era si, en el presente, en nuestra época, los pinches tiranos podrían derrotar alguna vez a un guerrero.

- Todos los días –contestó-. Las consecuencias no son tan terribles como las del pasado. Hoy en día, por supuesto, los guerreros siempre tienen la oportunidad de retroceder, luego reponerse y después volver. Pero el problema de la derrota moderna es de otro género. El ser derrotado por un repinche tiranito no es mortal sino devastador. En sentido figurado, el grado de mortandad de los guerreros es elevado. Con esto quiero decir que los guerreros que sucumben ante un repinche tirano son arrasados por su propio sentido de fracaso. Para mí eso equivale a una muerte figurada.

-¿Cómo mide usted la derrota?

- Cualquiera que se une al pinche tirano queda derrotado. El enojarse y actuar sin control o disciplina, el no tener refrenamiento es estar derrotado.

-¿Qué pasa cuando los guerreros son derrotados?

- O bien se reagrupan y vuelven a la pelea con más tino, o dejan el camino del guerrero y se alinean de por vida a las filas de los pinches tiranos."


(Carlos Castaneda :
El fuego interno)

Asi pues, encontrarse con un pinche es una buena oportunidad, para ver, para sacar lo que estaba sin resolver, para encontrar lo perdido, para atravesar aquello que nos da miedo. Y la verdad es que no es nada agradable, de hecho, es como una pequeña muerte, como un parto del que no sabes a ciencia cierta el resultado.

He tenido muchos pinches tiranos, de hecho, aunque no lo supiera, tuve que vivir con ellos muchos años. Lo que no sabía era que formaban parte de mi camino, que eran una ocasión para tirar del hilo, más y más, y más todavía, hasta encontrar dentro de uno lo que había atraído, llamado al tirano. Son proyecciones donde se mezclan la sombra y la realidad, el recuerdo y el presente. Una machada que pide que salgas corriendo lo más rápido posible, y en la que casi no es posible luchar.

Lo que nadie te dice es que de quien huyes es de ti mismo, y que nunca vas a correr lo suficiente.

4 comentarios:

keno007 dijo...

muchas gracias por recordarme el camino del guerrero, casi lo habia olvidado entre tanto ajetreo de la vida cotidiana...

Natasha Kolton dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Natasha Kolton dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Alfredo Mata dijo...

Castaneda no se equivocaba.