sábado, 20 de enero de 2007

Con corazón


Está siendo un año movidito, la verdad, sobre todo en lo que se refiere a lo que se pinta y se respira en mi interior. Estos días, las despedidas y el tocar tierra y presente me han descubierto un panorama en mi interior que, si bien intuía, no daba más importancia. Don Vidal, el del Camino, se había alejado de su "camino", no sabía donde estaba, dónde está. Y he tenido que tocar fondo, ver lo que hay y olerlo, sentirlo, escuchar con los pies y con el culo lo que estaba ocurriendo frente a mi, bajo mis narices:
¿Dónde está el peregrino?¿Dónde está el hombre que, con el corazón en la mano, se abría la mundo, a cualquier situación?.
Todo el mundo en su ruta, en su destino, y este zumbao aquí, sin saber cómo pegar una patada a la próxima piedra.
Y he tenido que verlo. Ver que nada tenía ningún sentido. Que a lo mejor todo era un gran error, y en algún momento, me equivoqué. Si no soy feliz, si nada fluye, algo anda mal. Si cada día es una cuesta arriba que apenas llega a su fin, ¿dónde dejamos la última flecha amarilla para estar tan perdidos?.
Da igual que los demás lo vean, que sepan por dónde debo ir. Da igual que unos me echen mierda y otros flores. Mi corazón no lo tiene claro, y mi salud, por lo visto, tampoco.
Y he tenido que hablar de ello, una vez más. Con gente que me quiere, que me ama, que me respeta, que no tiene miedo a escuchar pese a todo. Y no es lo que me hayan dicho, la verdad, que sí me ha llegado. Lo que me ha limpiado las retinas del corazón ha sido el darme cuenta que lo que hago tiene un valor, aunque no me acuerde.
Que tiene un valor enorme entregarte en silencio en el dia a dia, en la sencillez de cada momento, aunque el mundo, y yo el primero me diga que soy un inútil. Que se puede disfrutar, ser feliz, en esa entrega, y que recibir de tu propio corazón es más que suficiente, porque hacer las cosas con el corazón, de verdad, a fondo, con todo el amor de la vida(l) es recompensa más que suficiente, aunque no tenga un puto duro, aunque nadie me respete, aunque ni yo mismo lo crea.
Con corazón, darme cuenta de que este momento es tal como debe ser, y que hasta que no lo acepte de corazón, el presente no podrá crecer en todo su esplendor, en toda su belleza, con toda su majestuosa sencillez.
Ahí está el peregrino, dice mi corazón ahora. Haciendo, atravesando el Camino más complicado que ha vivido hasta ahora, y el más brillante: dejar que todo sea, entregarme a mi mujer, a mi hijo, a mi casa, a mis estudios, a todo el dolor que hay en mi interior y se resiste a sanar, como la noche que tiene miedo al amanecer. Dejar que todo crezca en la quietud y en el inmenso trabajo de fondo que se está gestando sin que yo pueda hacer nada más que agradecer cada segundo de vida y cada paso de Camino.

miércoles, 10 de enero de 2007

¿Por dónde empezar?

Empezar hablando de mi, y terminar hablando del mundo.
Del mundo que soy y del que no me puedo separar aunque quiera, por mucho que desee encerrarme en mi concha. Un mundo al que he llegado de no sé dónde y al que necesito amar, antes de que me destruya.
Empezar la primera anotación del año en este diario público e íntimo es casi una aventura. Porque no sé por dónde, demasiadas cosas en poco tiempo, en apenas diez días que parecen diez mundos llenos de ventura y arrojo, de luces y sombras largamente plegadas en un manojo de flores de cualquier parque.

De mi. Regalos que no esperaba, de los Reyes y don Noél, y casi ninguno envuelto en papel de regalo. Una hermana que vuelve a hablarme como a un hermano, un hijo que disfruta como la vida entera vibrando cuando juega, cuando conoce a otros niños, muchas comidas familiares que eran así, familiares de verdad, donde había más cariño que comida, y donde existía de verdad un anhelo de unión, una madre que rebosa salud y vida, una mujer que mira al cielo con los pies en la tierra y brilla como sólo lo hace un alma pura.
Y enseñanzas, revelaciones tan bienvenidas como esperadas, tan intensas como sorprendentes, tan difíciles de realizar como un primer paso en una vida que parece vuelve a empezar, otra vez.
Y despedidas, tan dolorosas como no me atrevo a confesar: Dos encuentros a corazón dando lo que Dios me pedía que diera, diciendo lo que Él me pedía que dijera, diciendo lo que el corazón sentía, y aun así... sin saber si has dicho, si has dado lo suficiente.
Si, lo sé, es así siempre, en realidad siempre es la última vez que vas a ver a una persona tal cual la ves ahora. Pero nunca había sido tan evidente.

Del mundo. Día de reyes en Murcia. Si, precioso día, con empacho de asado de venado y tinto excelente. Si, precioso día, sobre todo cuando para terminar sales a dar un paseo y te encuentras, ante mi más absoluto pasmo y la pasividad general, en los infiernos de Dante.
La zona peatonal del centro se ha convertido en un apretado corredor gracias a la inundación de mendigos, borrachos y vendedores ambulantes de pañuelos y muñecotes. ¿En que mundo estoy viviendo yo?¿Tan metido estoy en mi casa que se me había olvidado esto?. Terminé el día con una indigestión y un cabreo monumental que acabaron pagando los que más cerca están de mi, como siempre. Y al principio no sabía qué me ocurría. Sólo sentía rabia, ira, frustración, como solo un stellium en aries sabe sentir. No es la pobreza, no es ver a mendigos pidiendo lo que me cabreaba tanto. Era ver que tenían dinero para vino y no tenían para comer. Era que los niños de tres años estaban vendiendo todos el mismo género una y otra vez mientras sus padres (hombres) estaban juntos de charreta en una noche de enero. Eramos nosotros, los que paseábamos junto a ellos, los que se supone debíamos dar algo, los que estábamos como si tal cosa, como si no fuera con nosotros esta fantochada donde no se sabe dónde empieza lo real, lo imaginario y lo enfermizo.
¿Y dónde estoy yo?
¿Dónde están mis talentos, Señor? ¿Qué puedo hacer?¿Dónde está en mi Camino?¿Dónde está ese peregrino que se hubiera parado a hablar con ellos, el que lo habría visto todo con los ojos del Amor?.
Quiero pensar que sigue por ahí, en algún lugar de mi interior.
Que vea el mundo con su Amor, y que así me vea a mí mismo.
Que vea el mundo con su Valor, el suficiente para perdonarme todos mis errores.
Que sea capaz de vivir como si fuera el último día, dando lo mejor que hay en mi, por mucho que pese mi mochila.
Que siempre pueda abrazar a los que amo, y transmitirles toda la grandeza que hay en sus vidas.
Que pueda decirle a la gente que su vida es un Camino que se recorre paso a paso, y que vale la pena recorrerlo, con verdad, con inocencia, llenos de vida.