domingo, 30 de diciembre de 2007

50 euros


Pasamos las fiestas, y todo va sucediendo: la verdad es que uno las vive entre un sí y un no, ciertamente sí que las vivo con ilusión, pero ciertamente nó como cuando era pequeño, ahora soy yo el que tiene un niño, fíjate. Y su crianza es lo que más tiempo me lleva.
Y es curioso que sea éste hecho el que sucinta mayor tipo de críticas, que si "nos tiene puteaos", "necesita que le lleveis aun centro comercial", "teneis que ponerle más límites", "este niño no come en la mesa", y un etc... que se podría prolongar en un larguísimo recetario si incluyésemos el lenguaje no verbal. Lo único que podría tener un poco de sentido es lo de los límites, pero la respuesta es de los más simple: los límites que le pongo a mi hijo no son los que tú le pondrías. Y con esto hablo de cómo muchos son necesarios para contener y proteger, pero otros muchos son, simple y llanamente, para que no moleste.
Y si quieres tener hijos, y que además crezcan felices y fuertes, tienes que bajarte del sofá y empezar a patearte el culo, y no darles 50 euros y luego marcharte (cosa muy común entre los que les parece que mi hijo "me putea").
Y digo esto, dejando ya de abocar el capazo de riñas y resentimientos, porque siento que mi hijo me patea el culo para trabajarme. Con él veo mis sombras, y mis luces, y soy consciente por primera vez de la palabra responsabilidad: no sólo debo rodearle de un lugar seguro y alimento, sino que yo debo estar bien, porque cuando uno tiene un chaval como el mío, lo que a uno le ocurre, le repercurte a él.
Y es así de fácil, y de complicado.
Saber darle, en vez de 50 euros, 50 minutos de ATENCIÓN plena y gozosa.